Por qué necesitamos encajar y cómo superarlo

Si hay algo peor que intentar ser otra persona es intentar encajar en algún grupo social, tribu urbana, corriente política, espiritual, cultural, etc.

Yo llevo toda la vida intentando encajar y no he encajado en ningún sitio salvo en mí misma. Y lo detestaba. Hasta que me dí cuenta de que otra vez pensaba y actuaba bajo el influjo de patrones socio-culturales.  Y es que nos obligan a definirnos no por lo que somos sino por a qué grupo pertenecemos.

¿Eres de clase media? ¿media-alta? ¿baja? 

¿Eres creyente? ¿católico? ¿ateo? 

¿Eres pijo? ¿grunge? ¿heavy? ¿punk? ¿new age?

¿Eres de los Rolling o de los Beatles? (Esto siempre me ha fastidiado, por qué no podían gustarme los dos!!??? ¡Había que definirse! Grrrr.)

Y así tratan de irnos encasillando.

Es como si no fuéramos nada si no tenemos un «apellido» (Maite la hippie, Maite la pija, Maite la de Madrid, Maite la abogada o Maite la loca….).

Este sistema es muy cómodo para el sistema. Sí,  lo he escrito así adrede. Y es que esa frase define muy bien la trampa. El sistema quiere que todo se agrupe y se clasifique porque así es más fácil controlarlo todo. Controlarnos a nosotros.

Y bajo el influjo de este hechizo, y como buena libra que soy, yo siempre analizaba muy concienzudamente a qué grupo pertenecía. Dónde tenía que encajar. 

#1 A QUÉ GÉNERO MUSICAL PERTENECES

Si me gustaba la música de Loquillo (Loquillo y los Trogloditas, años 80, para que os situéis) es que era  rockabilly. Pero también me gustaba Depeche Mode, The Cure o Héroes del Silencio, por lo que algunos me llamaban siniestra. Pero ¡ostras! también me flipaban Led Zeppelin, Jimmy Hendrix y  The Doors. Entonces… soy hippie! ¿Una hippie en los 90??

¡Qué descoloque! Nunca logré decantarme totalmente por un estilo musical, con todo lo que ello conllevaba (pose, estética, mentalidad, etc.).

Seguramente alguna vez te ha llegado por facebook el típico test de «qué personaje de ficción/histórico/famoso eres». Y es que por internet circulan muchos tests de esta clase. Los hay del tipo  “qué género musical eres según tu personalidad” o “a qué grupo social perteneces” o incluso hay uno que se llama “averigua a qué tribu urbana perteneces”, la releche.

(Por cierto, yo soy rock. Ya me quedo más tranquila, uf.)

#2 DE DÓNDE ERES

Lo mismo me pasaba cuando me preguntaban: y tú ¿de donde eres? Y vuelta a empezar con el lío.

Mi respuesta no podía ser un simple: “de Madrid”. No. Porque yo nunca me sentí totalmente madrileña. Siempre añadía: “… pero medio soriana”. Y es que pasaba todos los veranos en el pueblo  de mi madre, en Soria. Y allí era donde me sentía más agusto, más libre, más yo. Así que me sentía en la necesidad moral de aclarar ese punto para que no hubiera malentendidos.

El caso es que cuando estaba en el pueblo, me llamaban la “madrileña”, “la de la capi”, o “la de ciudad”. Y a mí me sentaba como una patada en la barriga. Y cuando estaba en Madrid me llamaban «la soriana». Eso me gustaba más, pero tampoco me definía del todo. 

# 3 CÓMO TE LLAMAS

Otro tipo de dicotomía a la que me enfrentaba a menudo y me creaba conflicto interno era mi nombre.

Todo el mundo me ha llamado Maite, desde siempre, y así me presento ante el mundo. Pero cuando era más pequeña y me preguntaba mi nombre, por ejemplo, para apuntarme a natación o a clases de guitarra, siempre sentía que tenía que dar el nombre que viene en mi DNI: Maria Teresa.

Y claro, cuando llegaba el primer día de clase y la gente se dirigía a mí llamándome Maria Teresa no me sentía a gusto, me repateaba, esa no era yo.

Puede parecer una tontería, pero cuando no te identificas con tu nombre oficial también se produce un quebrantamiento en tu percepción de tí misma. Seguro que las Maria Teresas, Maria Dolores, Maria Concepción, o Jose Luis, Jose Carlos o Francisco Javieres saben muy bien de lo que hablo.

personalidad múltiple

Maria Teresa VS Maite

Hace poco vi una entrevista a una chica que, después de pasar por un proceso de autoconocimiento y descubrirse a sí misma, decidió cambiarse el nombre porque no se sentía a gusto con él ni se sentía identificada y eso le hacía mella a su autoestima.  Decía que ahora se sentía más segura de sí misma porque su nombre ya no le chirriaba ni le creaba malestar.

O sea, que aunque  no lo parezca, el tener un nombre u otro puede afectar incluso a nuestra autoestima.

Y a mí también me afectaba.

Afortunadamente, a medida que he ido creciendo por dentro, ha dejado de afectarme. 

# 4 DE CIENCIAS O DE LETRAS

Ya en el instituto te obligan a elegir: ciencias o letras. Y ahí la verdad lo tuve bastante claro, porque me encantaba Lenguaje, Literatura, Historia, Filosofía, y todo lo que tuviera que ver con las letras y la creatividad. Las matemáticas se me daban fatal y la Física pues…. en fín, digamos que el hemisferio izquierdo de mi cerebro estaba menos desarrollado.

El caso es que si se te daban bien las mates y la física, por ejemplo, y encima te gustaban eras un bicho raro.

Todos hemos visto al típico empollón gafotas del grupo de ciencias discriminado y ridiculizado, sobre todo en las pelis yanquis, donde todo se ve más claro porque son como el país, exageradas.

A mí me gustaba atender en clase y aprovechar las clases al máximo, pero no me sentía una empollona, de hecho no lo era, mis notas eran más bien normalitas. Pero tampoco era de los gamberros. Ni de los guays; ya sabes, esos y esas que en el insti eran los más solicitados, admirados e imitados, no se sabe muy bien por qué.

Y encima por aquélla época andaba ennoviada, y limité todo mi mundo a mi novio, a los amigos de mi novio, a los partidos de baloncesto de los sábados de mi novio, a los gustos musicales de mi novio (que esos sí que acabaron siendo los míos), etc.

Así que me pasaba la vida intentando encajar en el mundo de mi novio. Luego me dejó y me quedé sin mundo ¡ja!

Ahí es donde aprendí a no dejar de lado a mis amigos, mis aficiones y mis valores bajo ningún concepto, y mucho menos por otra persona. Las parejas van y vienen, pero tu gente y tus valores son sagrados y tienes que cuidarlos.

# 5 ESTUDIAS O TRABAJAS

Luego creces y te toca decidir: seguir estudiando o empezar a trabajar.

Y si decides estudiar:  Universidad o FP (Formación Profesional, para los jóvenes de la sala).

En mi caso, como en el de muchos de mi generación, no había opción: había que estudiar una carrera universitaria sí o sí. En aquella época, estaba muy mal visto hacer FP, porque se asociaba a malos estudiantes o gente sin recursos económicos. Valiente gilipollez, con perdón. Hoy en día sobran universitarios y faltan profesionales cualificados.

En fin. El caso es que ya te estaban encasillando otra vez.

Como yo por aquella época estaba más perdida que nada, y aún era incapaz de tomar mis propias decisiones, acabé en Derecho. Por aquello de que tenía muchas «salidas». ¡Y tantas! Acabé saliendo de España. 

Mis padres, como todos los padres de su generación, estaban orgullosos de tener a sus cuatro hijos en la universidad. Ojo, y yo bien orgullosa y agradecida de que pudieran costearnos los estudios siendo de origen humilde, pero ese es otro tema. Yo aquí estoy hablando de las corrientes sociales y el pensamiento colectivo de la época.

Cuando acabé la carrera y me colegié pasé a ser «Maite, la Abogada».

-. «Hola soy Maite, y SOY abogada»

También me chirriaba, y me repateaba porque no me identificaba para nada con esa profesión. No tengo nada en contra de los abogados, pero sentía -y ahora he corroborado- que iba en contra totalmente de mis valores y mi esencia.

Así que si encima de dedicarme a algo que no me gustaba, el mero hecho de»ser abogada» me definía como persona, te puedes hacer una idea del desasosiego y la confusión mental con la que conviví durante tanto tiempo.

# 6 METODO ESTIVILL O CARLOS GONZÁLEZ

Y llegas a la maternidad, y tres cuartos de lo mismo. Lo que en este caso se hace más duro por el baile de hormonas que sufrimos las madres recién paridas. Y más aún si eres madre primeriza, como yo. Y todavía más si vives lejos de tu familia, en el extranjero, como yo.

El caso es que llegas a casa con una mini personita arrugada y llorona que depende totalmente de tí y todo son dudas. Nadie te ha preparado para esto. Estás agotada del parto, con las hormonas revolucionadas y muerta de miedo.

Y de repente alguien te pregunta: ¿y tú qué método de crianza vas a seguir?

Y tú te piensas: «ehhh…, pues… ¿método?, ahm…»

Vale, sí. Durante la «dulce espera» (otro día hablaré sobre cuán dulce es, ejem), has leído todo cuanto ha caído en tus manos sobre el embarazo, el parto, la lactancia, la crianza, etc, etc. Hasta pasarte de rosca  y acabar peor que al principio.

Así que cuando te preguntan qué método vas a seguir, te acuerdas de ese libro de Carlos González que te regaló una amiga entusiasmada de la crianza con apego. Y decides que ese es tu método.

Hasta que a los dos meses, con ciática, ojeras y cero tiempo libre te planteas que quizá tú eres más del método conductista. Ya te lo decía tu madre, «no cojas a la nena cada vez que llore que la malacostumbas».

Pero no soportas oír llorar a tu bebé y no cogerla.

Aunque tampoco quieres que esté todo el día pegada a tí, necesitas tu espacio y tiempo para tí.

Entonces colapsas y piensas:  ¿cuál es el método correcto? ¿soy una mala madre por querer tiempo para mí?

Afortunadamente tienes una pareja comprensiva y paciente, que aplaca tu revolución hormonal, te apoya y pone algo de coherencia en el tema. «Cariño, eres la mejor madre que Lua puede tener. No te preocupes, lo que hagas está bien».

Y así es.

¿Que qué método sigo? El que construimos Lua y yo cada día.

He llegado a la conclusión de que sólo es cuestión de saber escuchar, irnos conociendo poco a poco la una a la otra y darle lo que necesita para que se sienta querida y protegida. Pero también guardando un tiempo para tí.

Mamá contenta, bebé feliz.

No métodos

F**** Methods!


Esta es sólo una pequeña muestra de los muuuchos ámbitos cotidianos en los que, a lo largo de nuestra vida, nos obligan a encasillarnos o posicionarnos. Casi todos hemos pasado por alguna de estas situaciones, puede que por todas, y seguro que por algunas más.

# 7 LA LIBERACION

Y así una y otra vez. Me he pasado media vida intentando encajar. Hasta que, después de un largo y profundo proceso de autoconocimiento, al fin vi la luz.

Hasta que no me liberé de todas esas etiquetas y dejé de buscar encajar en grupos sociales, culturales, profesionales y otro tipo de encasillamientos no  empecé a ser yo.

Maite (“a secas”).

Ya no tenía que definirme con una palabra. Ya no tenía que encasillarme en uno u otro lugar.

Ahora puedo ser madrileña y soriana. De pueblo y de ciudad. Sin una profesión, pero con muchas pasiones. A veces hippie, otras rockera y otras pachanguera. Y como decía Luz Casal «a veces mala, a veces muy mala, y a veces un cielo» ?

No me define lo que hago profesionalmente, ni donde he nacido, ni lo que me gusta, ni cuánto gano. Me define lo que soy. Y sobre todo, me definen mis acciones. 

[Tweet «No me define mi profesión, ni dónde he nacido, ni qué música escucho. Me definen mis acciones.»]

Descubrir esto fue totalmente liberador.

Y aunque no ha sido fácil llegar a romper esas cadenas, ahora veo que no era tan difícil como parecía. Solo hay que conocerse muy bien, a fondo, llegar a nuestra esencia, comprenderla, aceptarla y quererla.

Yo intenté durante mucho tiempo hacerlo sola, pero no fui capaz. Y solo cuando me decidí a pedir ayuda para superar mis bloqueos pude verlo con claridad.

# 8 POR QUÉ EL COACHING

Por eso ahora no puedo dejar  de recomendar que, si no puedes sola o te cuesta, pidas ayuda. Porque un buen coach, mentor o acompañante profesional te ayuda a ver las cosas desde otra perspectiva, a conocerte mejor, y a sacar tu mejor versión para lograr tus objetivos y alinear tus valores, tu esencia, tu personalidad, con quien eres de verdad, y con la vida que realmente quieres llevar.

Hace no mucho tiempo yo era de las que decía que eso eran tontunas, cuentos chinos y saca cuartos. Pero hoy no solo estoy super agradecida de haber contado con la ayuda de un coach en mi camino de autodescubrimiento y reinvención, sino que, estoy viendo esa misma transformación en mis clientes de coaching y mentoring de reinvención personal y profesional.

Mi misión es llenar el mundo de mujeres conscientes, libres e inconformistas conectadas con su esencia y su potencial. Almas dispuestas a tocar su propia canción, entregar su música a los demás, esa música que nadie más puede tocar.

Todas somos únicas. Todas somos seres maravillosos con un gran potencial. Todas merecemos vivir una vida plena y con sentido alineada con lo que somos y lo que queremos. Todas. Sin excepción. En el momento en que decides creerlo y apostar por ello, es cuando puede suceder.  

Puede que duela, el proceso no es sencillo, pero la recompensa es brutal.

# 9 PERO ¿POR QUÉ SENTIMOS LA NECESIDAD DE ENCAJAR?

Cuando nacemos, venimos al mundo puros, inocentes, aunténticos. Aun no tenemos conciencia de nosotros mismos y solo nos movemos por institutos primarios de hambre, sueño, frío, etc.

Sin embargo somos totalmente dependientes de nuestros cuidadores, normalmente nuestros padres. Así que cuando nuestro ego empieza a desarrollarse vamos adquiriendo el rol que nuestro ámbito familiar y social nos impone.

Se nos dice lo que está bien y lo que está mal según el sistema sociocultural y el ámbito familiar en el que hayamos nacido.

O sea, si eres un niño o niña obediente y no “das guerra” serás un niño o una niña buena. Si eres más nervioso o no se te dan bien alguna asignatura eres un niño malo. Tienes que encajar en el sistema, seguir las normas y no salirte de tiesto. De lo contrario serás rechazado socialmente. 

Y claro, a medida que vas creciendo este patrón se repite constantemente. Si eres como la mayoría encajarás en el instituto y nadie te mirará mal, pero si eres diferente o no te amoldas a lo que se considera “normal”, los demás se sentirán incómodos y te rechazarán.

Es así. Lo diferente nos causa rechazo y miedo.

Por otro lado, sentimos la necesidad de clasificar todo y poner etiquetas.

Y normalmente lo que encaja con nuestra visión o creencia es lo “correcto” y lo que se sale de ese enfoque es lo “incorrecto”. Y así, clasificamos a una persona bajo esta simple criterio dualista: como buena o mala, rojo o facha (alucino cómo nos empeñamos en mantener esta dicotomía absurda y desfasada), paleta o moderna, pija o heavy, normal o rara (esta me encanta).

Desde la otra perspectiva percibimos que debemos encajar en alguno de los roles establecidos para que se nos pueda clasificar y meter en uno u otro saco. En definitiva, para sentirnos aceptados. Y si pensamos o nos sentimos de forma diferente nos avergonzamos y lo ocultamos, fingimos ser algo que no somos y ahí es donde empiezan los problemas.

Normalmente, cuánto más mayores nos hacemos vamos sintiendo menos esa presión de encajar, tenemos las cosas más claras y no tenemos miedo ni vergüenza de ser nosotros mismos y mostrarnos como tal en cualquier ámbito o situación.

Normalmente. Pero no siempre es así.

Es tan fuerte la influencia de las creencias que nos inculcan desde pequeños, y tan arcaico nuestro sistema educativo, que en lugar de educarnos nos adoctrinan, y no nos enseñan algo fundamental: a pensar por nosotros mismos.

Nos enseñan a querernos por el resultado, y no por lo que realmente somos, tal y como somos.

Y eso nos genera una continua necesidad de aceptación, de sentirnos queridos, y si no conseguimos serlo nos sentimos culpables por no ser como deberíamos ser. Nos sentimos rechazados y frustrados. Lo que a algunos nos lleva incluso a sentir que no meremos ser queridos.

Pero afortunadamente cada vez somos más los que estamos despertando, y nos estamos dando cuenta que somos perfectamente válidos como personas aunque no encajemos en el rol que nos quieren adjudicar, ni seamos perfectos.

Aunque el “sé tú mismo” de toda la vida parece que ha perdido su significado, tenemos que volver a rescatarlo. Nuestra autenticidad es lo más grande que tenemos.

[Tweet «Nuestra #autenticidad es lo más grande que tenemos.»]

# 10 CÓMO SUPERAR LA NECESIDAD DE ENCAJAR

Ahora bien. Ser uno mismo no es fácil y requiere una alta dosis de amor propio y autoestima. Otra caballo de batalla de muchos de nosotros. Es importante trabajar la autoestima para poder vivir en coherencia con uno mismo, libre de etiquetas y encasillamientos.

Y aquí viene la gran pregunta:

¿qué va primero: la autoestima o ser uno mismo?

¿Somos nosotros mismos porque tenemos una gran autoestima o tenemos alta la autoestima cuando somos nosotros mismos?

Pues las dos cosas. En mi propio camino de autoconocimiento y crecimiento me he dado cuenta que cuánto más trabajaba en conocerme de verdad y actuar en coherencia conmigo misma más crecía mi autoestima; y al elevar mi autoestima más fuerza tenía para seguir siendo yo misma ante cualquier situación.

Vale. Ya ha aparecido la que, para mí, es la piedra angular del crecimiento personal: el autoconocimiento.

[Tweet «El #autoconocimiento es la piedra angular del #desarrollo personal»]

Si ya me conoces sabrás que soy un apasionada total del autoconocimiento, porque creo que es el principio  y base de todo cambio o crecimiento interior. Pero hoy no voy a profundizar más en el tema, lo haré más adelante.

Lo que te quiero decir con todo esto es que si no sabemos quiénes somos y cómo somos, cuáles son nuestros valores fundamentales,  necesidades, sueños y miedos, será muy difícil que en el día a día actuemos de forma coherente con nosotros mismos.

Y entonces sentiremos la necesidad de encajar en un rol o patrón social, al que acudir a la hora de tomar decisiones.

Al no basar esas decisiones en nuestro propio sistema de valores experimentaremos conflictos internos que nos llevarán a un estado de confusión y frustración. ¿Ves a donde quiero llegar?

Por otro lado, si estamos continuamente intentando encajar en uno u otro grupo, buscando que nos quieran, nunca conseguiremos amor real, porque no me querrán a mí, a quien realmente soy, sino a quien pretendo ser. Por eso a la larga muchas parejas no funcionan. Es  muy difícil mantener un disfraz durante mucho tiempo seguido.

Por eso mi recomendación es: conócete, conócete y conócete.

No hay una persona  igual que tú en el mundo entero. Así que, ¿por qué deberías encajar en una sola casilla? ¡Márcalas todas!

Y ahora dale al play, sube el volumen y ¡sacúdete la necesidad de encajar! Luego me cuentas qué tal ?

Y tú ¿sientes la necesidad de encajar?  ¿Te has liberado ya de la necesidad de encajar y de aceptación de los demás? o por el contrario ¿te encanta pertenecer a un grupo determinado? Déjame tu comentario. Me encantará conocer tu historia.

Ejemplo ejemplo
maite@caminoinverso.com

Mujer, madre, emprendedora, coach, blogger, mentora. Quiero ser el camino inverso que quiero ver en el mundo. Te ayudo a reescribir tu historia, a reinventarte personal o profesionalmente, para que empieces a vivir una vida plena, consciente y con sentido, en la que realización personal y profesional van de la mano. Creo en el poder transformador de las pequeñas acciones cotidianas y en el miedo como motor de cambio y crecimiento.

18 Comments
  • DaniCollada
    Posted at 17:23h, 22 noviembre Responder

    Que buen articulo! Se nota que tienes experiencia, me encanta! Seguro algún Domingo hay hueco para ti en mi sección ⭐Blogger de la Semana⭐.

    • Maite
      Posted at 13:57h, 24 noviembre Responder

      ¡Muchas gracias Dani!

      me alegro que te haya gustado. Y sí, tengo para rato… Llevo toda la vida sintiéndome en otro planeta, pero un día por fin las piezas encajaron, ta_chaaaaan!

      Un abrazo!

  • Alvaro
    Posted at 10:12h, 24 noviembre Responder

    Del Madrid o del Barsa, muslo o pechuga, a favor o en contra, de derechas o de izquierdas, estudias o trabajas…la peña no se cansa de colgar etiquetas.
    ¿O somos nosotros que las necesitamos?
    Me estoy encontrado esa necesidad tan común de etiquetar a la gente ahora con la alimentación: ah eres vegano entonces, o vegetariano?
    No, como lo que quiero, igual que haces tú, loquemedalaganaano soy.

    Qué razón lo de la gente mayor, yo tengo un amigo que dice que no eres viejo de verdad hasta que empiezas a decir las «burradas» que se te pasan por la cabeza sin preocuparte un segundo de lo que pensarán los demás.

    Me ha encantado.

    Abrazo

    • Maite
      Posted at 13:00h, 24 noviembre Responder

      Hola Alvaro,

      tú lo que eres es un Flexitariano, jajaja. Que resulta que ahora se han inventado ese término para denominar a la gente que come de todo, solo que no se atiborra a carne y come mayoritariamente vegetales. Vamos, lo que viene siendo una dieta equilibrada de toda la vida.

      En fin, que como dices, este afán de colgar etiquetas está llegando ya a límites que rozan lo absurdo.

      Yo no se si seré mayor, pero cada vez me siento más libre para decir lo que se me pasa por la cabeza sin pasar ningún tipo de filtro. Aunque también es verdad que siempre me ha costado contenerme, jeje. La diferencia es que ahora no me siento culpable por ello.

      Me alegra que te haya encantado. Todo un halago viniendo de un invencible 😉

      Gracias por pasarte a comentar ¡y un abrazo grande!

  • Tony Pérez
    Posted at 18:58h, 24 noviembre Responder

    Hola Maite!
    Estoy convencido que muchísima gente se ha sentido identificad@ con tu artículo, incluido yo.
    Pero hasta tal punto, que soy un manchego en Madrid y en Ciudad Real nos decían a mi hermana y a mi «los madrileños»
    Hasta el punto que he pasado por todos los estilos de música desde Sevillanas a Heavy pasando por punk o «Epic songs»
    Si, nuestro ego (las múltiples caretas que tenemos) vive de eso, de la necesidad de integrarse, de agradar y de que nos quieran (es nuestra motivación principal) aún en detrimento de despersonalizarnos.

    Queremos gustar aún sin gustarnos.

    Por eso es tan necesaria gente como tú Maite, ejemplos claros de como vencer miedos, de como romper barreras limitantes y de que la auténtica felicidad está en nosotros y no en los demás aunque paradojicamente cuanto más «nosotros» somos, más brillamos y no al revés como hemos buscado toda la vida.

    Gracias por este pedazo de artículo amiga, es todo un regalo.

    Un fuerte abrazo.

    • Maite
      Posted at 19:17h, 24 noviembre Responder

      Hola Tony!

      me ha encantado tu frase «queremos gustar aún sin gustarnos» ¡cuánta razón! Lamentablemente es así, insistimos en buscar en los demás lo que nosotros mismos llevamos dentro. Pero es que nos han educado así! En el «tener» en lugar del «ser», en la aceptación por el resultado y no por lo que somos, tal y como somos.

      Gracias por esas palabras tan bonitas. No sabes cuánto me alegra que me percibas así, porque eso significa que estoy logrando mi sueño: ser el cambio que quiero ver en el mundo.

      Es genial que compartamos este pequeño gran sueño amigo, cada uno en su ámbito, pero al fin y al cabo en el mismo: las personas.

      ¡Un abrazo fuerte compañero y a seguir inspirando!

  • Elena
    Posted at 21:18h, 24 noviembre Responder

    Hola Maite! Es segunda vez que releo tu artículo, tanto me gusta. Me identifico muchísimo contigo e imagino que habrá muchísima gente que sentirá lo mismo.
    Imagínate yo me he sentido “rarita” mucho tiempo. En la música, nunca he tenido un estilo favorito y dependiendo del ánimo escucho a veces New Age, a veces Chillout&Lounge y a veces algo de Rock y también me encanta Depeche Mode. Con mi apellido que nunca cuadra y casi nadie lo puede pronunciar. Y con el nombre otra historia. En ucraniano soy Olena, que nunca me gusto, en casa me llaman Aliona y aquí en España prefiero que me llaman Elena, que es equivalente de Olena en ruso. De estos 8 años que llevo aquí en España casi no había ninguna persona que no me pregunto de donde soy. Para mi sorpresa me confundieron varias veces con una brasileña 🙂 En estudios, siempre sabía que soy más de letras, aunque me daba bastante bien la física. Lo más difícil que pase es que no sabía quién soy, porque no encajaba, no pertenecía a un grupo, pero tal a muchos. No me sentía ni filóloga, ni profesora de inglés, ni psicóloga. Estudie muchas cosas y cuando me preguntaban, cual es mi profesión allí era la pregunta más difícil de responder.
    Bueno “necesidad de etiquetas” es casi absurda para mí ahora. Lo descubrí no hace mucho. Al final me siento más liberada cuando conocí a coaching. Porque te enseña que todo es posible y no hay que juzgar a nadie. Y lo más importante es valorarte, aceptarte y auto descubrirte. Permitirte solamente ser, porque eres únic@. Un artículo genial!!! Un abrazo.

    • Maite
      Posted at 21:25h, 24 noviembre Responder

      Hola Elena,

      gracias por abrirte y compartir tu historia, tan parecida a la mía y seguro a la de mucha gente.

      Me alegro un montón de que también te hayas liberado de la “necesidad de etiquetas” y de que te aceptes, te valores y te permitas simplemente ser. Es un proceso de auto descubrimiento y auto aceptación que no todos están dispuestos a iniciar y que requiere mucha valentía, porque a veces encontramos cosas que nos escuecen. Nos cuesta mucho desapegarnos y superar viejas creencias, pero la recompensa es brutal, como tú misma dices, descubres que eres única y te liberas de muchas cadenas.

      Un fuerte abrazo y de nuevo gracias por tu comentario tan abierto y personal ?

  • María José
    Posted at 12:40h, 25 noviembre Responder

    Hola Maite,

    Me ha fascinado el artículo y cuanto más leía más veía la similitud que hay entre ambas en muchos aspectos. Hoy, una vez más, puedo ver que la sincronicidad existe 😉

    Desde pequeña siempre sentí que no encajaba, de hecho me hacía preguntas diferentes a las niñas de mi edad. Mi padre, el ser que más admiro junto a mi madre y por el que siento una gran debilidad me preguntaba día a día si era feliz y me explicaba que ser feliz era lo más importante, independientemente de lo que en mundo exterior ocurriese. ¡Un gran sabio, lo sé! Imagina las caras de mis amigas cuando les preguntaba si eran felices, me miraban como un bicho raro jejeje pero aceptaban porque me querían.

    Yo también estudié Derecho, y aún hoy, para algunos soy María José, la abogada…

    En cuanto al estigma que había antes sobre la FP, debo decir que yo hice un Ciclo Superior en Comercio Internacional y Marketing gracias a mi hijo Carlos. ¿Por qué? Cuando fui mamá adolescente yo seguía con mi visión de hacer Derecho por mi vocación de servicio, pero quería comenzar a trabajar antes. Así que mientras hacía primero de Derecho por la UNED estudiaba el ciclo Superior también. Y te puedo asegurar que me abrió muchas más puertas que la carrera 😉

    Me ha encantado cuando has dicho que el mejor método es el que construyes con con tu hija, y es que no hay mejor maestro que nuestros hijos para darnos cuenta que el método que debemos seguir es el del corazón.

    Muchas gracias por un artículo tan inspirador!

  • Cristina Hortal
    Posted at 12:23h, 02 diciembre Responder

    Ey, Maite! Buena reflexión tema suuuper importante!
    Es un gran punto de partida para empezar a establecer unas buenas bases para asentar una relación sana y honesta con nosotros mismos; establecer prioridades.
    ¿De verdad vas a pasar por alto tus necesidades más íntimas por una dudosa compensación en forma de aprobación externa?
    Como dices, nos enseñan desde críos, directa e indirectamente, a dirigir nuestros esfuerzos a ese fin.
    Qué fraude y que desgaste.
    Yo siempre anduve sintiéndome un perro verde que intentaba disfrazarse como podía para pasar desapercibido entre la manada.
    Cuando empecé a quitarme máscaras, descubrí que muchos a mi alrededor, también se morían de ganas por sacar su lado más real a pasear.
    ¿A qué estamos jugando, pues?
    ¡Venga ya! Salgamos de los armarios de las convenciones.
    Otra cosita que te quería comentar:
    Tengo una opinión muy parecida a ti en lo que respecta al coaching. Sin embargo, también me ha ocurrido que no me ha apetecido encajar en esto.
    Al final necesitamos poner etiquetas para presentarnos y que se entienda lo que hacemos de manera más o menos rápida, y lo entiendo.
    Sin embargo, en esste tema también, como en todos los demás que comentas, es interesante ir más allá de las etiquetas.
    ¿Esa etiqueta o esa formación define exactamente el valor de tu trabajo?
    ¿Garantiza resultados?
    ¿Contempla todo lo bagaje extra que aportarás a tu cliente con tu experiencia y tu compromiso?
    Definitivamente no.
    Así que yo lo resumiría así:
    Vivimos en un mundo dual y tangible en el que a veces las etiquetas son prácticas. ¿Por que no usarlas?
    Ahora, eso sí, no nos aferremos a ellas como nuestra identidad.
    El mapa no es el camino; si no una representación parcial del mismo.
    Ocurre con todo, ¿no crees?
    Un abrazo, Maite. Gracias por el post y muchos ánimos en tu trayectoria.

    • Maite Gómez
      Posted at 12:46h, 02 diciembre Responder

      Hola Cristina,

      completamente de acuerdo en todo lo que dices. Efectivamente, el tema de «ser» coach también es otra etiqueta que no quiero colgarme. Solo quería contar que me ha ayudado a encontrar mi camino, a descubrir qué quiero hacer con mi vida, a la vez que es una herramienta que me puede ayudar a ayudar a los demás. Pero como bien dices, para nada esa etiqueta definirá exactamente el valor de mi trabajo, es sólo una pequeña parte, una herramienta más.

      Me sumo a esa reivindicación y la hago mía: ¡Quitémonos la(s) máscara(s) y salgamos del armario de las convenciones! Es increíble la de gente que hemos pensado igual y nos hemos escondido por miedo y esa absurda necesidad de aprobación externa.

      Muy interesantes tus reflexiones Cristina. Gracias por compartirlas por aquí.

      Un abrazote!

  • Leticia
    Posted at 19:49h, 20 diciembre Responder

    Hola Maite,

    Felicidades por tu articulo, es muy bueno. Coincido totalmente contigo. Al igual que tu, también me canse de buscar en donde encajar, y muchas veces encajando en grupos simplemente por evitar en rechazo ¡es horrible! Como lo dices, lo mejor es encajar en uno misma.

    Saludos,
    Leticia

    • Maite Gómez
      Posted at 17:36h, 12 enero Responder

      Hola Leticia,

      me alegro que hayas dejado de intentar encajar, es una auténtica liberación, eh?

      Gracias por pasarte a comentar.

      ¡Un abrazote!

  • ana maria
    Posted at 00:15h, 06 diciembre Responder

    hola, hace poco me empezó a invitar una compañera de la facultad para eventos politicos de su partido y siento que no encajo y me quieren volver militante, Fui hasta a un plenario de larguisimas horas y creo que ahi me di cuenta que no voy a hacer amigas de esa forma, no puedo ecajar forzadamente, no me siento comoda en ese lugar. Al principio crei que quiza podia hacer amigos asi pero me di cuenta que en esas cosas te hacen llevar amigos para sumar al partido y bueno por suerte ahora le voy a decir que no me interesa militar para su partido, que queria conocer gente de mi facultad y por pandemia no supe como, aunque al principio si me senti identificada con su ideologia de izquierda, Siento que no soy buena para militar, en ningun partido y estoy aprendiendo a ser mas coherente con lo que pienso y lo que hago

    • Maite Gómez
      Posted at 11:11h, 09 diciembre Responder

      Hola Ana María,

      enhorabuena por esa decisión! Poner en práctica la coherencia no es fácil, pero es el camino a la paz interior y a sentirnos a gusto con nosotras mismas, con los demás, y en definitiva con nuestra vida.

      Gracias por compartir y ¡seguimos caminando!

      Un abrazo.

  • Ramiro
    Posted at 00:52h, 04 julio Responder

    Yo me he encontrado esto por internet y aunque no le importe a nadie, soy hombre, soy idiota y no se lo que quiero en la vida con 40 años. Me arrepiento de muchas cosas y trago otras porque quiero. He hecho daño y me lo han hecho a mí, pero yo voy a pagar caro mis errores y los de los demás no cuentan. Siempre paso yo por el aro por ser débil los demás no, nunca, solo me arrastro yo y me canso pero soy caca y trago con todo. Que arto estoy yo también.

    • Maite Gómez
      Posted at 10:02h, 05 julio Responder

      Hola Ramiro,

      casi siempre tragamos porque no nos queremos ni nos valoramos. Y repetirnos constantemente «soy idiota», «soy débil» o «soy caca» no ayuda en absoluto, pues son órdenes para nuestro cerebro que buscará comportamientos y situaciones que confirmen esas creencias. Te invito a que empieces a hablarte de otra manera, con más cariño y respeto a tí mismo, dejando de «tragar» lo que no te gusta.
      No tener claro lo que uno quiere en la vida con 40 no es de idiotas, más bien todo lo contrario, porque implica que nos planteamos las cosas y no nos conformamos. Pero para poder mirar hacia adelante es necesario reconciliarnos con el pasado y con el presente, y sobre todo con uno mismo y con los demás.
      Gracias por tu comentario y un abrazo!

  • Yo mismo
    Posted at 23:13h, 21 julio Responder

    Y que ma da…..si soy diferente y ya no me interesa encajar ni recibir aprobación ni siquiera me importa…… sufrir la soledad vital termina cuando te das cuenta de que jamás podrás ser lo que no quieres ser…..y empiezas a valorar tu soledad y ser conforme con no tener que agradar ni decepcionar a NADIE.

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