La vida es un regalo, aunque la rutina del día a día, las prisas, los miedos y el “ya lo haré mañana” nos impidan apreciarlo.
La mala noticia es que no vivimos para siempre.
Por eso quiero que cuando llegue el momento y mires atrás no te arrepientas de haberla desperdiciado.
A dejar de esperar que lo que necesitas venga de fuera y empieces a buscarlo dentro de tí. A que construyas tu propia vida y hacer que cada día valga realmente la pena.
Porque yo me he pasado toda mi vida buscando la felicidad en cosas externas a mí y solo encontré frustración y sufrimiento. Todo cambió cuando empecé a buscar dentro de mí y descubrí que yo era artífice de mi propia realidad.
Durante más de 12 años trabajé como abogada a pesar de que sentía que eso no era para mí. Sentía que no era dueña de mi vida y que era incapaz de tomar mis propias decisiones.
Pero me había creído la historia que nos habían contado, sobre quién era yo, sobre lo que podía o no podía hacer, sobre lo que había y no había que hacer. Y lo peor es que realmente pensaba que las cosas eran así y no se podía cambiar, no había nada que yo pudiera hacer para cambiarlo.
Siempre intenté ser una niña buena y hacer lo que se suponía que tenía que hacer: estudiar para sacar buenas notas y labrarme un futuro seguro.
Pero cada día después del trabajo llegaba a casa rendida, malhumorada y solo tenía ganas de tirarme en el sofá a ver la tele para desconectarme de mi vida.
Día a día reprimía algo que desde dentro luchaba por salir. Lo que me llevaba a somatizar ese sufrimiento en ataques de ansiedad, dolor de espalda, de estómago, insomnio…
Mi felicidad se reducía a los fines de semana y las vacaciones, y luego de vuelta a “la cajita”, a seguir persiguiendo la zanahoria: cuando gane más dinero seré feliz, cuando tenga una casa más grande seré feliz, cuando me case seré feliz, cuando haga ese viaje seré feliz …
Después de tanto tiempo haciendo lo que su suponía que tenía que hacer me había desconectado totalmente de mí misma. No sabía quién era, qué quería, ni mucho menos cómo conseguirlo.
Había puesto mi felicidad en manos de los demás y en metas absurdas que solo cubrían mi vacío de forma temporal.
Hasta que llegué a un punto de dolor insoportable, y ya no me quedaba otra que cambiar de dirección.
Colgué la toga, dejé mi puesto de socia en el despacho, mi ciudad, mi país, y me fui al extranjero a empezar de cero.
Fue entonces cuando, aún sin saberlo, comenzó mi camino inverso. Una etapa de observación y escucha interior que me llevó a darme cuenta de lo perdida que estaba.
Y lo que comenzó siendo una búsqueda de reinvención profesional acabó siendo toda una revolución personal.
Te reto a que decidas qué área de tu vida quieres mejorar, te pongas un objetivo y hagas hoy mismo algo que te acerque a él.
No tiene que ser algo grande, ni perfecto, ni definitivo, un pequeño gesto basta. Y mañana otro, y pasado otro y otro y otro… hasta que sin darte cuenta hayas instaurado el hábito de avanzar, y ese será el comienzo para transformar tu vida.
Si no sabes quién eres nunca podrás saber qué es lo que quieres. Y no hay viento favorable para el que no sabe a dónde va. Por otro lado, si no conoces tus dones, tus habilidades, tus áreas de mejora, no podrás ponerlos al servicio de tu auto realización. El autoconocimiento es libertad, y el punto de partida para todo proceso de crecimiento y transformación.
Cuando dejas de hacer las cosas porque tienes que hacerlas y empiezas a hacerlas porque te apasionan te vuelves imparable. La pasión te da energía, te hace despertar con una sonrisa en la cara todos los días, dispuesta a hacer lo que sea para conquistar tus sueños. Vivir con pasión, desde tu pasión, es el antídoto a una vida gris y vacía.
El primer paso para empezar a construir una vida extraordinaria es adueñarnos de la situación, responsabilizarnos de nuestra propia vida y empezar a tomar nuestras propias decisiones, actuando de forma consciente y no en piloto automático.
Sólo desde la autenticidad podemos construir algo sólido. La autenticidad para mí es actuar siempre en coherencia con quien somos de verdad, sin máscaras ni postureos. Por eso no me considero experta de nada, más que de mi propia vida.
El camino del desarrollo personal no es lineal ni grandilocuente. No se trata de grandes cambios, sino de pequeños gestos cotidianos que van construyendo una vida extraordinaria. No se trata de evitar el dolor o el miedo, sino de utilizarlos para crecer. Nunca dejamos de crecer, al igual que nunca dejamos de aprender. Me gusta considerarme eterna aprendiz de maestra.
El compromiso te mantiene en el camino. Adoptar un compromiso firme con nuestros objetivos, nuestros estándares y nuestros valores, es garantía de éxito. La motivación va y viene, pero el compromiso permanece, y es lo que hace que tomes las decisiones correctas, aunque sean incómodas o dolorosas.
Adoptar una actitud curiosa ante la vida es lo que nos hace crecer. Nos abre nuevos caminos, mantiene nuestra mente abierta a nuevos aprendizajes y experiencias, nos libra del aburrimiento y el estancamiento, y nos hace mantener el interés por resolver retos.
La perfección no existe, y si existe es muy aburrida. Los defectos tampoco existen, no son más que cualidades por desarrollar. La búsqueda de la perfección paraliza (parálisis por análisis), y si no hay acción no hay transformación. Así que mejor hecho que perfecto.
Dejar de buscar la felicidad fuera y empezar a construirla dentro de nosotros. Todo lo que necesitamos ya está dentro de nosotros, solo tenemos que encontrarlo. Lo que creamos en nuestro interior se manifiesta en el exterior, porque cuando cambiamos la forma de ver las cosas, las cosas que vemos cambian.
El éxito es un 80% actitud y un 20% aptitud. Por eso construir una mentalidad de éxito es el primer paso para empezar tu transformación. No podemos transformar nuestra vida desde una actitud victimista o desesperanzada, echando balones fuera y refugiándonos en culpas, historias o “si_es_ques” para evitar tomar responsabilidad. Con una correcta actitud, estrategia y foco la vida se nos da entera.